La crisis ninja, crisis subprime o, menos simbólicamente, crisis especulativa inmobiliaria internacional se desencadenó en EE.UU. a lo largo del 2007 debido al afán de ganancias del sector financiero de dicho país. Con el transcurso de los meses se extendió, poniendo en dificultades a otros países de su órbita económica, tal como España, que ya de por sí estaba sumida en dificultades debido a la especulación inmobiliaria generada dentro del mismo estado.
Desde entonces hasta este momento hemos escuchado hablar sobre inyecciones monetarias, salvamento de bancos y algunos que otros remedios para esta especie de SIDA bancario, del que ni los bancos más castos parecen haberse librado. Sin embargo, no son tantos los que han recibido explicaciones claras sobre las causas de estos hechos y, sobre todo, de las implicaciones de las medidas llevadas a cabo para disminuir los efectos “malignos” de sus consecuencias.
En este momento en el que el mercado juega en contra de los defensores del libre mercado y de la desaparición del estado en su papel de agente protector y dinamizador de la economía ¿cabe esperar la aceptación de ésta, su receta, en sus propias carnes?
Economía y Política
Si nos vamos a cualquier manual de referencia sobre economía general, no tardaremos en encontrar alguna definición sobre qué es economía. Dentro de esta definición seguramente habrá un comentario sobre su cientificidad. Como ciencia que (se supone) es, nos la presentarán encuadrada en una categoría. Esta categoría será la de las ciencias sociales. También nos explicará que ciencia social es aquella que, a diferencia de la ciencia natural, no puede recurrir a experimentos de laboratorio para probar sus hipótesis y, además, está vinculada tan fuertemente a la sociedad que es en la sociedad donde tiene sentido. En este punto, cualquier persona con un toque de sana curiosidad y un mínimo de pensamiento abstracto podrá darse cuenta que las sociedades son múltiples y cambiantes y, por tanto, lo que es válido en una sociedad en un momento dado no tiene por qué ser valido en otra sociedad o en la misma sociedad en otro momento. No es por esto casualidad que los teóricos fundadores de la ciencia que hoy en día es llamada Economía no dudaran ni el más mínimo instante en nombrarla como Economía Política. La economía, más allá del mundo doméstico, es un instrumento de política al servicio del gobierno de turno: faraones, emperadores, sultanes, califas, cesares, reyes y cancilleres… todos sabían que la economía era parte de su política. La gestión políticamente eficaz de los recursos era, y sigue siendo, una condición necesaria para mantener imperios a flote.
El embaucador y la objetividad
Muchas personas mantienen el discurso de “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Sin embargo, no ocurre lo mismo con el discurso del poder dominante. El grupo de personas que luchan para no perderlo siempre presentará su creación social como “la cima del progreso humano”. No tenemos que ir muy lejos para darnos cuenta: “sociedad del bienestar” o “estados democráticos” son algunos de los piropos que los que mandan se echan a sí mismos. Y si no fuera por las hipotecas que nos estrangularán durante 40 años, las depresiones y el estrés que nos corroen o las vergonzosas leyes (y pucherazos) electorales que nos anulan estarían en lo cierto. Pero cierto es sólo aquello que es irrefutable. Para saber qué es irrefutable el ser humano se basa últimamente en la ciencia. El método inductivo primero, el deductivo después y, finalmente y como culmen del proceso, el método hipotético-deductivo, han permitido a la humanidad saber interpretar y predecir fenómenos a ciencia cierta. Ha sido una virtud de la ciencia intentar separar lo engañoso de lo cierto, lo determinante de lo determinado, lo objetivo de lo subjetivo, para llegar a conocer el universo tal y como se nos presenta. Pero ha llegado a su propio tope al conseguir demostrar que todo es relativo, incluso los resultados que ella misma ofrece. Estas conclusiones provienen de los científicos más infalibles que hay, que son los que trabajan con las ciencias exactas.
Entonces bien… si un docto de una ciencia social, que NO es exacta, propone, a sabiendas de todo lo anterior, que los resultados de sus esfuerzos teóricos e investigadores son objetivos, ¿deberemos llamarle científico (con todos los honores) o, más bien, embaucador (con toda la deshonra)? He aquí la mentira de la Economía, de los economistas y de todos los que pretenden hacer creer que la única forma de gestionar el planeta es a través de teorías utilitaristas y libre mercado. Y si no, veamos un ejemplo.
Donde dije digo, digo… ¡picaste!
Simplificando:
Si yo vendo patatas más caras de lo que las compré, gano dinero. Si vendo patatas a crédito, gano dinero siempre que me paguen. Si no me pagan, perdí mis patatas y su dinero: estoy en bancarrota. El libre mercado ha dictado sentencia.
Si mis patatas valen 3 euros el kilo es porque estarán riquísimas. Sin embargo, hay en el fondo del saco dos o tres patatas podridas, que pudre gran parte del resto. Se corre la voz por el mercadillo y nadie compra mis patatas. Tengo que vender las que quedan bien al precio de las malas, 0,01 euros el kilo. No puedo pagar al proveedor de patatas: estoy en bancarrota. Así funciona el libre mercado.
Pero… yo tengo un buen amigo, un amigo con mucho dinero. Él me da parte del dinero que le sobra para que yo compre patatas de nuevo. Él lo ha hecho porque sabe que tengo que ganar dinero, para alimentar a mi familia… o para irme de borracheras. Esto no es libre mercado, esto es “política”.
La Economía es una bastarda que ha borrado su apellido, Política, y se traviste a sí misma de ciencia natural (exacta y objetiva) con el fin de que olvidemos de donde viene y hacia donde va: la dominación de una élite sobre el resto. Nunca será sorprendente que los que promueven dejar actuar la mano invisible del mercado en todo el globo, cuando tengan la necesidad política, metan las dos manos, de una forma bien visible, en el Tesoro Público y en los Bancos Centrales y las saquen llenas de billetes con los que taparse todas sus vergüenzas. Entre otros, usan el argumento de que si cae la economía financiera caerá la economía productiva. Lastima que no pensaran lo mismo cuando ocurrieron las crisis financieras en Argentina y el Sudeste Asiático.
No es una cuestión económica, si no política el que los bancos centrales de EEUU y la UE estén financiando el descalabro de bancos y otras instituciones financieras privadas. Si todas estas empresas, que ahora no valen nada debido a su catastrófica gestión, fueran compradas por los estados que ahora tienen dinero (China, Rusia, países de la OPEP), no sólo estaría jodida la economía del poder dominante, sino su política. Pero ese es el punto interesante. En este mundo dominado por las élites capitalistas transnacionales, los gobiernos estatales no dejan de ser un lastre para las políticas globales que se pretenden implantar. Aún está por ver cual será el final de todo este lío, pero seguro que cuando todo termine habrá quien diga que los gobiernos nacionales han demostrado no ser capaces de gestionar la crisis y que, para evitar estas “catástrofes” en lo sucesivo, sería conveniente que los países se ajustaran a las directrices de los entes capitalistas transnacionales. Y eso… eso es decir mucho.Santiago Alcalde